Según llegamos al Bike Show de Motorama Madrid nos fuimos directamente a ver a Ricky y Sandra de Old Custom Flames. Y nos encontramos delante de la archiconocida y reconocida Setenta y Siete, junto a la desconocida Corsair. Decidimos inmediatamente que era una buena moto para hacer un reportaje.
Tras los saludos sonoros en la espalda y besos a Sandrita, nos arremangamos para hacer las fotos cerca de su stand. Cepas_mad, Ricky y yo colocamos la moto a gusto, desenfundo y le doy al [rec] de la grabadora.
La historia de esta moto es rocambolesca, todo empieza de forma casual. Juanjo “Mexi, un súper fan de Ricky, llevaba tiempo divagando dentro de su mente: “un día me tiene que construir una moto Old Custom Flames”. Años después, Mexi estaba en una ferretería en Madrid y comenzó a hablar de motos con el propietario de una Harley estacionada en la puerta, David. No se conocían de nada pero, en ese mismo instante, descubrieron que ambos eran seguidores de Old Custom Flames. Así se enteró Mexi del traslado desde Marbella al Foro de las instalaciones del taller.
La historia de esta moto es rocambolesca, todo empieza de forma casual. Juanjo “Mexi, un súper fan de Ricky, llevaba tiempo divagando dentro de su mente: “un día me tiene que construir una moto Old Custom Flames”
Tras una llamada por teléfono se presenta y afirma: “me enterado de que te has trasladado aquí, a Madrid”. Ricky se sorprendió, pues por aquel entonces solo lo había mencionado a David, el nota de la Harley de la ferretería.
“Pues voy a buscar un Shovel para transformar” remata Mexi al alcanzar un acuerdo con OCF. Buscando por las redes se encuentra con una FLH que había pertenecido a su padre. Intentó hacerse con ella con dificultad. Un aficionado a las Harleys de Barcelona la había comprado ya. Tras una tarea poco sencilla, consiguió el telefóno de este último y le explicó las razones para quedarse con la moto, motivos sentimentales. Empatizó con la historia del hijo del anterior dueño y se la revendió.

Buscando por las redes se encuentra con una FLH que había pertenecido a su padre. Intentó hacerse con ella con dificultad.
La moto ya estaba en su poder, así que volvió a las instalaciones de Old Custom Flames con la Shovelhead y una amarillenta foto de sí mismo con la moto. “Este niño soy yo con la moto de papá”. Esa es la razón por lo que la Corsair mantiene la esencia de FLH, para conservar la memoria de su progenitor. Aunque en manos de Ricky ha sido muy customizada, preserva la inherencia de la Electra Glide de Harley-Davidson. “Desde lejos puede parecer que no tiene mucho trabajo de transformación. Nada más lejos de la realidad, tiene mucho y el resultado se observa bien de cerca”, precisa Ricky. Es una moto que se aleja de la línea de diseño habitual de Old Custom Flames, solo tienes que sacar la lupa o ver las fotos de Cepas para comprobar su gran detalle y calidad.
Tirando de la lengua a Ricky y preguntando por el inusual escudo que lleva la Corsair en un lado el tanque de combustible, resuelve el barbudo artista: “el dueño de la moto es un piloto español y su padre es, igualmente, aviador mexicano. Y son las insignias propias de su actividad”.

Y sobre los colores e identidad, nos aclaran la cuestión: “Todo lo que sea de aviación de la IIGM me flipa”, confiesa el melenudo customizador. “Las soluciones mecánicas de la época, el sistema analógico, relojes, motores en estrella, etcétera. Y hay uno en concreto que me apasiona: el Corsair”.
Tras comentar entre Mexi y el constructor las veleidades del Chance Vought F4U Corsair, acordaron el azul mate de la Marina y el gris aluminio para adornar la unidad. “La inspiración llegó por vía aérea, adaptando los relojes analógicos”. En siete meses concluyó el trabajo completo de transformación y desde entonces han pasado solo dos meses.
“Todo lo que sea de aviación de la IIGM me flipa”, confiesa el melenudo customizador.
Y aquí te la detallamos, querido lector.
La Corsair ha sido realizada sobre la base de una Electra Glide de Harley-Davidson FLH de 1976 y ha sido modificada en el chasis levemente, justamente en la parte inferior del asiento. Éste va tapizado en blanco y recuerda sutilmente al original por color y perfil. Los anclajes superiores del par de amortiguadores han sido adelantados; así su altura del suelo se reduce. Al igual que la amortiguación delantera, en la horquilla. La carrocería original ha desaparecido excepto en la parte correspondiente a la aleta posterior, compartiendo decoración y pintura con el tanque de combustible. Piezas como el depósito de aceite han reducido su tamaño, aligerando de nuevo su peso óptico.
El escape repta por el lado derecho, para acabar en una cola de pez, que concluye a la misma “latitud” que los muelles del asiento.
El manillar crece desde el cabezón del faro, llegando a una altura comedida, ocultando los cables con los clásicos reenvíos de la casa OLF.


La transmisión primaria surca el aire, mostrando su mecanismo. El cual está protegido por unas placas y varillas que incorporan elementos alegóricos a la aviación. Muy discretos, por cierto. La secundaria, por cadena también, va sin protección, y desde su eje brota el soporte de la matrícula; que va en el lateral. Eso permite mejorar el aspecto limpio de la Corsair.

Cuatro relojes, que muestran la información necesaria para su manejo, se albergan sobre una pletina metálica, que reposa en el depósito de gasolina. Un interruptor viejuno y tres chivatos completan la instalación. El tapón de relleno de fuel, también de aspecto “vintage” ocupa el lado derecho del mismo área.
Por supuesto, la moto es de arranque a patada, concesión inapelable de Mr. López.
El manillar crece desde el cabezón del faro, llegando a una altura comedida, ocultando los cables con los clásicos reenvíos de la casa OLF.
@nacho.mahou